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viernes, 19 de marzo de 2010

De paseo por Santa Eulalia, Chihuahua.

















El pasado domingo nos fuimos de paseo, me invitaron mi madre, dos de sus amigas -Angélica y Elena (¿o Helena?)- y su compadre de toda la vida, "Pepe-Nado".
Un paseo realmente corto, como lo vaticinó nuestro sabio y querido Pepe-Nado al iniciar la travesía pues se refirió a la cercanía con la ciudad y por las pocas actividades que existen ahí desde que se ha convertido prácticamente en un pueblo fantasma. La economía minera de hace algunos años y su auge turístico en ese pueblo ha dejado de ser impulsados. El gran restaurante que había hace muchos años, cerró desde hace ya un buen de tiempo, el otro restaurante localizado más delante, en Santo Domingo y que había sido recientemente abierto, llamado Oaxaca, nos dijeron en esta ocasión que ya había cerrado también. La iglesia chiquitita a la que nunca he subido ubicada en una cima de un total de entre 152 y 172 escalones, también nos advirtieron que estaba cerrada. En la indecisión de subir o no a la dichosa capilla, nos interceptó un lugareño joven y amable, llamado Octavio Rangel, presentándose como el historiador más preparado del pueblo, nos ofreció varios paseos, uno de ellos a la parte trasera de la mina, donde podríamos ver un paisaje bello y natural de unas grutas, paseo que yo he alguna vez hice con mis viejos amigos hace más de 15 años más o menos. Este día con la premura y los viajantes que éramos no ibamos preparados para iniciar semejante caminata, la verdad, así que aceptamos seguirlo a conocer algunas piedras preciosas sacadas por él de 2 de únicas minas abiertas de las 2029 que ya cerraron. Estuvimos en un cuarto pequeño al lado de su casa, admirando sus posesiones minerales asimismo que escuchando datos y situación histórica del lugar, por demás interesante.
Al salir del pueblo de regreso a la ciudad, nos percatamos también de que El museo "oficial" del pueblo, aquél que había hace algunos años y que me tocó visitar, también estaba cerrado con un candado grande y oxidado. Tal parece que aquel domingo asistimos solamente al minimuseo de nuestro casi guía del lugar, el joven Rangel, quien muy amablemente nos pasó sus datos para alguna futura visita guiada a donde quisiéramos elegir dentro de sus lares.
Al final, partimos sin siquiera acordarnos del lugar exacto donde "dicen" que está la zona magnética. Aquella donde solías dejar en neutral tu carrito para dejarte llevar y atraer como piedra preciosa hacia eso....
En fin, me volví a la ciudad con la idea de mi primera impresión de llegada.... efectivamente asistimos a un pueblo fantasma, con la peculiaridad de que al menos podías entrar a ver las pinturas deterioradas de una bóveda de iglesia y de poder entrar y salir de la tiendita con una Coca-cola y una bolsa de sabritas clásicas.

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